El mejor marido (I Parte) – Angie

EL MEJOR MARIDO

 PRIMERA PARTE

María Elena nunca había trabajado fuera de casa. Se sentía nerviosa, ese era su primer día en aquella empresa. Pensaba en sus hijos, los había tenido que dejar con la abuela y daba gracias a Dios por contar con ella.

Tocó a la puerta, una voz masculina se escuchó desde el interior: «- ¡Señora Flores, pase por favor!». El licenciado Martínez le dio las instrucciones necesarias y salió de su oficina. Después de algunos minutos, la puerta se abrió y entró una mujer joven, que le dijo muy sonriente:

– ¡Hola!, soy Miriam y vengo a invitarte a que te reúnas con nosotras. Todas las «secres» que trabajamos en este piso, nos juntamos a la hora del lunch a «cotorrear» un poco. Tenemos un mini comedor muy funcional, junto al despacho número nueve. Ya todas nos conocemos y estaría bien que ingresaras al grupo… aunque tú te ves muy seria y nosotros somos muy «relajientas» jaja, pero ya te acostumbrarás. Bueno me voy, no sea que llegue mi jefe y yo aquí… Te esperamos ok?, bueno bye!- y se fue cerrando la puerta tras de sí. María Elena sonrió ante la espontaneidad de la joven y pensó que estaría bien conocer a las demás.

A la hora del lunch se reunió con las otras secretarias. Todas las miradas estaban sobre ella, entonces Miriam dijo:

– Ella es la nueva secre del Licenciado Martínez, ¡salúdenla!- Y todas se acercaron a darle la bienvenida.

– Por ser tu primer día te invitaremos la comida, ¿verdad muchachas?- exclamó Miriam y todas estuvieron de acuerdo y pidieron una orden al restaurante de abajo. María Elena se sentía algo abochornada, pero agradecida por tanta amabilidad. Mientras llegaba la orden, una desenvolvía un sandwich, otra metía algo al microondas, otras se ubicaban en la mesa, etc. El lugar era pequeño pero acogedor.

– ¿Eres soltera, casada o divorciada?- preguntó Miriam, pero antes de que María Elena respondiera, otra comentó:

– ¡Tienes cara de esposa sumisa!- Ella sonrió y después de pensarlo unos segundos contestó:

– Sí, trato de ser sumisa con mi marido- Todas se sorprendieron al escucharla.

-¿Cómo? Tienes un esposo machista de seguro, ¡pobrecita!

– No, se equivocan, él no es así. Yo procuro ser sumisa, porque lo amo y lo respeto mucho, porque es el mejor marido- Todas hicieron gestos de incredulidad.

– ¡Nunca había oído a ninguna mujer decir eso! ¡Todas siempre estamos quejándonos de nuestros maridos!- dijo una.

– Yo no tengo ninguna queja de mi marido- dijo María Elena- Las demás estaban intrigadas, querían saber más de esa maravilla de marido.

– ¡Cuéntanos como es él!- A María Elena se le notó lo enamorada que estaba de su marido al describirlo:

– Es maravilloso, es amable, atento a mis necesidades, comprensivo, considerado, generoso, me trata como nadie, me es fiel como nadie…- Todas la miraban con incredulidad…

– ¡A poco! ¡Y no me digas que además es guapo!- dijo una en tono sarcástico.

– Es el más bello, es un sol…un príncipe…

– ¡Ay no puedo creerlo! ¡Eso no existe!- exclamó otra. Pero en eso llegó la comida y la conversación se detuvo unos momentos. Después, entre bocado y bocado, siguieron haciéndole preguntas insidiosas y comentarios mal intencionados:

– Tu marido ha de tener miles de mujeres detrás de él…como es guapo y lleno de virtudes…- María Elena sonrió y declaró con convicción:

– Es verdad, tiene muchas mujeres que lo siguen…

– ¡Ay pero lo dices así tan tranquila!

– No tengo de qué preocuparme.

– ¿De veras piensas que te es fiel?

– Absolutamente- respondió María Elena, muy serena, a pesar de que aquello ya se había convertido en un indiscreto interrogatorio.

– Lo que pasa es que no lo has «cachado» en ninguna «movida», eso es lo que pasa- comentó una con muy mala intención y muerta de envidia.

– Me consta que nunca ha tenido ninguna «movida» como dices…

– ¡Ya déjenla en paz!- exclamó Miriam- va a pensar que somos unas chismosas de lo peor. Lo que pasa María Elena, es que nos cuesta mucho creer que exista un marido así. Nosotras siempre estamos quejándonos de los nuestros, es nuestro tema principal a esta hora del lunch…

– ¡Ay sí, el mío es un inútil!- dijo una.

– ¡El mío es un flojo!

– ¡El mío un desconsiderado!

– ¡El mío un mujeriego!

– ¡El mío un borracho!

– ¡Mejor sola que mal acompañada!- dijo la solterona del grupo.

– Eso dices porque a ti se te fue el tren- le respondió otra y se armó una discusión sobre las casadas, las solteras, las divorciadas y las quedadas, donde todas hablaban al mismo tiempo. Por fin, terminó la hora del lunch y cada una se fue a su oficina.

A la hora de la salida, abordaron a María Elena otra vez y Miriam dijo:

– Oye amiga, aquí las chicas y yo todavía estamos dudosas, no puede existir un marido como el tuyo…

– ¿Acaso no me creen? ¿Quieren que se los presente?

– ¡Siiiiiiiiiiiiii!- gritaron todas al unísono- ¿Cuándo, cuándo?

– Hoy mismo si quieren.

– ¿De veras? ¿Va a venir por ti?

– No, pero pueden acompañarme a mi casa- Todas estuvieron de acuerdo y se fueron rumbo a la casa de María Elena, quien les tenía preparada una gran sorpresa.

 Autora: Angélica García Sch.

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