¿A quien tengo yo en los cielos? – Lucy Carmona


¿A QUIEN TENGO YO EN LOS CIELOS?

 

¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Salmos 73:25

 

Una de las necesidades del ser humano es la seguridad, o sea la protección contra el miedo y el peligro. Desde pequeños se nos enseño que mami y papi nos cuidan, nos protegen, vigilan por nosotros y esa seguridad nos ayuda en todo el trayecto de nuestra vida.  Nuestros padres terrenales desde la niñez nos proveían todo lo que materialmente necesitábamos para subsistir, ¡qué alivio cuando veíamos a mami entrar por la puerta de la escuela! ¡Era un sentimiento indescriptible! De igual manera, es un gran alivio cuando tenemos una necesidad y recordamos que alguien nos pueda brindar ayuda en forma efectiva. Por ejemplo, vamos a un hospital y se ha terminado la hora de visita y recordamos que el administrador es nuestro amigo, pedimos permiso para hablar con él y problema resuelto. Cuando nuestros hijos necesitan cierta puntuación en la escuela para pasar de grado y la maestra es nuestra amiga, solo nos basta una llamada telefónica para resolver el asunto.

Pero todas estas ayudas terminan, los que estaban en puestos influyentes se retiran o se van a otro empleo, los amigos se van o nos traicionan, el esposo se muere o nos abandona, el jefe un día nos despide por falta de presupuesto, el hijo se entrega a los vicios y al pecado injustificadamente…y poco a poco observamos cómo se seca el rio de posibilidades a nuestro alrededor.

El salmista Asaf se hace esta pregunta retorica como recordándose a sí mismo que El no estaba solo, que aunque el panorama no se veía muy claro y había oscuridad en el horizonte, por encima de ese cielo esta Dios.  El estaba pasando por momentos difíciles donde la duda y el temor querían apoderarse de su vida; momentos que nos llegan a todos en los cuales nada ni nadie nos puede ayudar

Es reconfortante recordar nuestra posición como hijos de Dios para tomar control de estos momentos de incertidumbre.  El hecho de ser hijos de Dios nos da la oportunidad de disfrutar de unos privilegios que de otra manera no disfrutaríamos. En el verso 26 el salmista reconoció que: su carne y su corazón desfallecían, pero como aquel luchador que está siendo derrotado y ya le quedan minutos para declararlo perdedor, y el árbitro proclama…una-dos- pero antes que digan –tres- se levanta del ring  y afirma:”mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.”  De esa misma manera te insto a que no te rindas…ponte de pie y vence en el nombre de Jesus!

 

Para: mujerescristianas.org

 

Por: Pastora Lucy Carmona

 

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