Peligrosa Soledad – Angélica García

PELIGROSA SOLEDAD

Elsa salió del restaurante llorando, había sido avergonzada terriblemente por su novio Iván, delante de todo el mundo. Iván era un hombre extremadamente celoso, que no medía las consecuencias de sus actos y lo acababa de demostrar en ese restaurante, donde habían ido a celebrar sus dos años de noviazgo. Ivan no soportaba que nadie más tuviera atenciones para con Elsa y esa noche, en la cena, había golpeado al mesero delante de todos, sin ninguna razón más que por haber sido amable al atenderlos, pero él, enfermo de celos, se hizo una opinión errada, pensando que las atenciones eran solo para ella. Elsa corrió por las calles, queriendo estar lo más lejos posible de Iván, hasta que vio un taxi y lo hizo parar.

Elsa llegó a su casa, echa un manojo de nervios. Su mamá al verla se asustó y le preguntó que había pasado. Al enterarse de lo sucedido, movió la cabeza negativamente. Le había dicho tantas veces a su hija que ese joven no le convenía, pero ella estaba encaprichada.

Por un momento sintió la ilusión de que Elsa tomara la decisión de dejarlo, a causa de lo acontecido esa noche, pero su ilusión se desvaneció al ver que su hija tomó el teléfono y le marcó a Iván. Y peor fue cuando la escuchó disculpándose por haberlo dejado solo en el restaurante y le dijo que estaba preocupada por él, porque no lo hubieran detenido por lo que hizo. Salió de la habitación y se fue a la cocina, sin poder entender a su hija, pero qué podía hacer si ella ya tenía 36 años, se suponía que solo podía darle consejos, pero ya no podía obligarla a nada.

Elsa tenía mucho miedo a quedarse sola, a su edad. Pensaba que si dejaba a Iván, se quedaría sola para siempre y eso la aterraba. Iván era su último tren, como se dice vulgarmente y no quería dejarlo ir. Por eso le aguantaba tantas situaciones embarazosas, sus celos, sus berrinches, todo. El bochorno que la había hecho pasar en el restaurante, no había sido el primero, y sabía que no sería el último tampoco. Era cierto que Iván era menor que ella, pero por pocos años, pero ella lo disculpaba, diciendo que era muy joven y que con el tiempo maduraría y cambiaría.

Pasó el tiempo y el joven no maduró ni cambió, al contrario, pasó de ser un joven celoso obsesivo a un hombre maduro celoso obsesivo, pero hombre, solo por su edad, porque siguió siendo un niño berrinchudo y sin dominio propio. No podía conservar un trabajo a causa de su carácter, así que tampoco nunca se casaron. Elsa se convirtió en una mujer madura y soltera, con un novio vitalicio que solo le causaba conflictos, pero no lo podía dejar y él tampoco a ella, porque era la única que lo soportaba. Así se hicieron viejos, aferrados el uno del otro, para no sentirse solos.

Muchas personas le temen a la soledad, principalmente mujeres que temen quedarse solas, temen quedarse solteras, así es que si aparece una oportunidad para evitarlo, la toman sin pensarlo dos veces y se aferran a esa persona, no importando cómo es esa persona, si se sienten a gusto con ella o no. Grave error, por el que pueden arruinar su vida, como sucedió en esta historia. Cuando no hay verdadero amor, cuando una pareja está unida solo por otros intereses, igual existe la soledad, puesto que la persona que tienen a su lado no es la compañía idónea para ellas.

Por otro lado, hay personas que viven quejándose por su soledad, se vuelven amargados, de mal carácter, por lo que ellos mismos alejan a los demás de su lado. La soledad se hace presente cuando una persona no soporta su propia compañía. Esta es una peligrosa soledad, porque la persona buscará llenarla equivocadamente. Algunos buscan una pareja que no es la idónea y viven un infierno, pero lo prefieren a estar solos. Otros pueden llegar incluso a caer en el alcohol o las drogas, otros en la promiscuidad.

La mujer cristiana que aun permanece soltera, no debe de preocuparse, ni desesperarse. Si realmente confía en que Dios tiene un propósito para su vida y dentro de ese propósito está su ayuda idónea, entonces sabrá esperar tranquilamente, sin adelantarse a Dios, porque eso puede provocarle grandes problemas.

Una verdadera cristiana aprenderá a estar sola, sin sentirse sola, porque sabe que el Señor está siempre con los que le aman. El ha prometido que nunca nos dejará ni abandonará, así que nunca estaremos realmente solos.

Mujer cristiana soltera, debes saber disfrutar tus momentos de soledad, porque  te permiten meditar, estar más cerca de Dios, estar a solas con Dios, sin preocuparte de nada más, sin distracciones. A su hora llegará tu compañero y será en la hora de Dios, El sabe lo que es mejor para ti.

 

 

«En realidad, preferiría que todos fueran como yo. No obstante, cada uno tiene de Dios su propio don: éste posee uno; aquél, otro. A los solteros y a las viudas les digo que sería mejor que se quedaran como yo. Pero si no pueden dominarse, que se casen, porque es preferible casarse que quemarse de pasión».

1 Corintios 7:7-9

 

 Escrito por: Angelica Garcia

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