Plegarias de una Madre – Angélica García

PLEGARIAS DE UNA MADRE

Plegarias de una madre

En una apacible noche de primavera, una mujer arrullaba a su pequeño hijo entre sus brazos, desbordando una ternura como solo una madre sabe hacerlo: “Arrorró mi niño, pedacito de mi alma, regalo de mi Dios…Señor, consérvamelo sanito, no permitas que se enferme y me angustie su dolor. Concédeme verlo crecer feliz y que llegue a ser un hombre de bien”.
La mujer acostó al niño en su cuna y se dirigió a otra habitación. Allí dormía su pequeño de siete años. Se acercó a la cama y lo besó. «Bendito seas Señor por este niño que me has dado. Guía sus pasos en esta vida, protégelo de los males de este mundo, que llegue a ser un hombre de bien. Cuídamelo mucho, dale inteligencia y buena memoria, para que vaya bien en la escuela».
La mujer fue al cuarto de su hija de 15 años. La madre se acercó y acariciando sus cabellos, musitó: «Señor, qué bella hija me has dado. Es un botón de rosa a punto de abrir, pero para mí, siempre será mi niña. Últimamente se ha vuelto un poco rebelde… A veces no sé qué decirle, parece que habláramos idiomas diferentes. Dame sabiduría Señor, pues cuando le doy consejos, ella dice que no quiere sermones, no me quiere escuchar. En tus manos la pongo, mi Señor, mi corazón con ella, confiando en que Tú hablarás al suyo”.
La mujer salió y fue hasta el último cuarto. Allí había una cama vacía. Una lágrima rodó por su mejilla.. «Señor, qué te puedo decir…Tú sabes dónde está él ahora, yo no lo sé y me lleno de angustia. Se ha portado insolente conmigo. Señor, apenas asoma a la vida. Tú sabes, mi Dios, que las madres nos preocupamos por nuestros hijos, no importa la edad que tengan. Pero él no lo entiende. No entiende que el amor y el interés de una madre por sus hijos, solo puede acabar cuando ella muere. Señor, amo tanto a mi hijo, te pido que lo traigas sano y salvo a casa. Ya es muy tarde, tengo miedo de que le pase algo. ¡Mi corazón es tan frágil!… En el nombre de tu Hijo Jesús te lo pido. En esos momentos se escuchó un ruido en la puerta, volvió la cabeza y descubrió a su hijo, parado allí. Había estado escuchándola todo el rato y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Avanzó hacia ella y la abrazó fuertemente, como hacía tiempo no lo hacía. Entre sollozos, solo pudo pronunciar dos palabras: ¡»Perdóname mamá»!

El amor de una madre es un amor incondicional, es el amor más parecido al amor de Dios. Por ese amor tan grande, por todos sus desvelos y por todo lo que es, tú, su hijo(a), dale cariño, dedícale tiempo, no solo en el día de las madres. Ella te dio la vida y todo su tiempo y juventud al criarte, educarte y cuidarte. Retribuye sus atenciones cada día de tu vida. Reconoce lo que ha hecho por ti, dale el lugar que merece, no la abandones cuando sea anciana, sino que cuídala como ella lo hizo contigo, cuando eras un niño y la necesitabas, ahora ella te necesita a ti. No esperes a que sea demasiado tarde.

Escrito por: Angélica García Sch.

Para: www.mujerescristianas.org

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