El mejor marido (2 Parte) – Angie

EL MEJOR MARIDO

SEGUNDA PARTE

María Elena llegó acompañada de todas sus compañeras de trabajo esa tarde a su casa. Estaban muertas de curiosidad por conocer a ese marido ejemplar. Todas se habían hecho una imagen del hombre en cuestión, pero nunca imaginaron lo que María Elena les había preparado. Se acomodaron en la sala y esperaron a ver aquel portento.

– ¿Todavía no llega del trabajo?- preguntó una.
– El siempre está aquí- respondió María Elena.
– ¿Como que siempre está aquí, que no trabaja?- preguntó Miriam.
– ¿No que muy buen marido?- exclamó con sarcasmo otra.
– ¿O lo tienes de amo de casa?- dijo otra y todas rieron burlonamente.
– El trabaja mucho y en muchos lugares- dijo María Elena.
– ¿Nos estás tomando el pelo? ¿Cómo es que siempre está en casa y a la vez trabaja en varios lugares? Nadie puede hacer eso. Nos has jugado una broma pesada ¿verdad?
– No es ninguna broma ni les estoy mintiendo, él puede hacer eso y más. Yo tengo un marido maravilloso y se llama Jesús.
– ¡Ah el mío también se llama Jesús, pero yo le digo Chuchín!- exclamó una.
– Bueno, se llame como se llame, queremos conocerlo por fin- Dijo Miriam- María Elena, al ver que no habían comprendido, solo dijo:
– ¿Alguien quiere café?
– Bueno sí, trae café y a tu marido, que se venga a tomar una taza con nosotras- dijo una entre risitas burlonas. María Elena se fue a la cocina y los comentarios llovieron a sus espaldas…
– Esta nos está viendo la cara…
– Sí, yo creo que es una solterona traumada que se inventó un marido como ese.
– Sí, ha de estar loca esta mujer. Quién nos manda a hacerle caso- Entonces Miriam, que era más observadora, dijo:
– ¡Silencio! Miren hacia esa pared- Todas callaron y miraron hacia donde indicaba Miriam.
– ¿Qué pasa con esa pared?- dijo una.
– Miren el cuadro que hay allí- respondió Miriam. El cuadro tenía un marco sencillo, la pintura no tenía nada de particular, pero había una leyenda en él que decía: «Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado» Isaías 54:5. Todas se quedaron mudas, confundidas, mirándose unas a otras.
– ¿Y qué significa eso?- preguntó una, al tiempo que María Elena llegaba con el café.
– ¿Eso que dice ahí es el marido al que te referías?- preguntó Miriam. María Elena sirvió el café y se sentó antes de responder.
– Efectivamente, mi marido ahora es El. Quedé viuda desde hace tres meses de mi esposo terrenal. El era un buen hombre, con virtudes y defectos, como los de ustedes y como los de todas. Pero Jesús es el esposo perfecto. No hay nadie más fiel, más noble, más comprensivo, más dulce, más bondadoso, más valiente, más honesto, más generoso, más sincero, más confiable. El me cuida, me protege, me guía y me ama más que nadie, su amor es infinito e incondicional…
– ¡Esta está más loca que una cabra!- interrumpió una.
– Sí, así piensa mucha gente, que los que amamos a Jesús estamos locos. No pueden comprenderlo. Pero cualquiera que le entregue su vida, como yo lo he hecho, puede experimentar lo que yo he experimentado. El ha llenado mi vida de gozo y paz, esa paz que el mundo no es capaz de entender, esa paz que va más allá de los problemas cotidianos, esa paz que está al margen de las circunstancias, esa paz que se lleva dentro, como un tesoro de incalculable valor. Mi confianza está en El y no me siento sola, gracias a El, que me acompaña de día y de noche- Todas la observaban asombradas. María Elena hablaba con tal pasión y convicción, que estaban absortas escuchándola. Sin embargo, un par de aquellas mujeres, seguían escépticas, sin comprender nada de lo que decía.

– No se sientan engañadas- prosiguió María Elena- acepté esta reunión con ustedes aquí en mi casa, con el propósito de presentarles a mi esposo y así lo haré. No lo podrán ver físicamente porque El está muy dentro de mi corazón, pero les enseñaré como puede estar también en el suyo, para que lo conozcan como yo le he conocido…- Dos mujeres se pararon de su asiento…

– Mira, perdona pero no nos interesa quedarnos a oir tus locuras, lo que tú quieres es cambiarnos de religión y nos negamos a eso, así que nos retiramos.
María Elena comprendió que aquellas mujeres que vivían tan alejadas de Dios, de buenas a primeras no iban a entenderla. Las acompañó cortésmente a la salida y cerró la puerta, pensando con tristeza lo que eso significaba: le habían cerrado la puerta a Jesús y tal vez esa podría ser la última oportunidad para ellas. Regresó con las demás que la esperaban, unas por curiosidad, otras con verdadero interés.
Entre café y café y algunas galletas, María Elena les presentó el plan de salvación, les habló de la nueva vida en Cristo y del gran amor del Padre que entregó a Su propio Hijo por todos nosotros. Poco a poco se fueron dando cuenta de que María Elena no era una farsante ni una loca. Se fueron convenciendo también de que ella en realidad tenía el mejor marido.

Comprendieron que aunque era viuda y estaba sola, realmente no se sentía así, porque toda esa fuerza, todo ese gozo, nunca lo podría tener una mujer que se sintiese sola. Esa tarde tres de sus compañeras de trabajo, recibieron al Señor. Ella invitó a todas a la iglesia para el Domingo siguiente y allí se convirtieron otras dos. En el trabajo, aquellas dos que se habían ido de la casa de María Elena para no escuchar sus «locuras», estaban asustadas porque no comprendían cómo cinco de ellas se habían vuelto locas también y ya no quisieron reunirse con ellas a la hora del lunch, ¡por temor a que las contagiaran!
Una curiosa manera de evangelizar la de la protagonista de esta historia. Es un reto atraer la atención de los incrédulos, pero usando el ingenio se puede lograr.

«Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» 1 Corintios 1:18

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